Patricia Mateo se presenta como una ciudadana de las cortes europeas que tiene el raro privilegio de divisar entre bambalinas la labor de los grandes maestros. La conjunción de tiempos pasados con el presente, desmonta, como se viene haciendo desde antiguo, la seriedad de las reputadas pinturas, producto de grandes colecciones reales donde la seriedad se establece como dogma. El más grande arte clásico e internacional digerido por la castiza madrileña.